septiembre 16, 2009

Por Fawziya, por Paulina

Actualización: Haydn Rawlinson me envía información reciente sobre Paulina y su triunfo legal contra los integristas que la agredieron: http://www.cidh.org/annualrep/2007sp/Mexico161.02sp.htm
Hay semanas en las que se multiplican los motivos para militar en contra de las creencias irracionales, de esas "verdades reveladas" que suelen costar vidas, dolor, pena, tristeza y desesperación.

El 14 de septiembre, los medios informaban de la atroz historia de Fawziya Aammodi, niña que fue obligada a casarse con un hombre de 24 años y que murió el día 13 por complicaciones de parto, a la tierna edad de 12 años. Yemen, el país donde esta niña tuvo la horrible desgracia de nacer y crecer, está dominado por una mentalidad feudal y preilustrada alimentada además por una versión especialmente horrible del fanatismo religioso. No hay edad mínima para el matrimonio, los derechos de las mujeres son pocos y pocas veces se respetan.

Antes que avanzar, según denuncian mujeres yemeníes destacadas como la artista Amna el Nasiri y Nabila al Zubair, la situación se ha deteriorado en los últimos años como consecuencia del neointegrismo islámico.

Pero que nadie caiga en la fácil conclusión de que esto es cosa de los árabes, del Islam o de Bin Laden. Por el contrario, las personas de organizaciones ultrafundamentalistas como Hazte Oir en España, el Comité Nacional Pro Vida en México o similares organizaciones cristoyijadistas, de haber estado cerca de Fawziya cuando se le detectó el embarazo, y hasta que el cuerpo de la niña no pudo más, no habrían hecho nada por evitar su triste destino impidiéndole enfrentar el trabajo de parto que la mató.

A Fawziya la asesinó el machismo de las religiones abrahámicas, primero que nada. Religiones donde la mujer es propiedad, cosa, parte del moblaje doméstico. Religiones profundamente inoculadas con el odio a la mujer. Fawziya fue entregada en matrimonio por su padre a un hombre sin atención al hecho de que estaba muy lejos de ser mujer, siendo apenas una niña. Pero el indudablemente patológico uso de personas sexual y psicológicamente inmaduras para el solaz de los religiosos es también asunto de primer orden en la iglesia católica, aunque desde su punto de vista no es un horrible crimen que deja una profunda cicatriz en sus víctimas para toda la vida, sino un simple "pecado de solicitación" que siempre suena más inocente.

A Fawziya, como a millones de niños y niñas en todo el mundo se le llevó a la práctica de una sexualidad que le era ajena por cuerpo, por mente, por experiencia, y de paso se le arrancó para siempre la posibilidad de disfrutar de su sexualidad a tiempo y con libertad y júbilo, cosa que debería ser también un derecho humano esencial. Se embarazó cuando su anatomía y fisiología no estaban lo bastante desarrollados para esa tarea, y finalmente se le obligó a parir. Que el precio fue su vida y la de su bebé no parece ser demasiado escándalo.

En muchos lugares de África, Asia y América Latina, la iglesia católica no sólo usa sexualmente a la niñez, sino que se ocupa intensamente de obligar a las niñas a llevar a término sus embarazos.

Tal fue el caso de "Paulina", niña embarazada por su violador en una entidad gobernada por el fascista Partido Acción Nacional, hoy gobernante en México, que surgió enraizado en la "ideología" de José Antonio Primo de Rivera, cosa que se trata de ocultar ahora. El PAN, abiertamente, apoya a Pro Vida del mismo modo en que en España el Partido Popular baila al son que toque Hazte Oír, como se demostró ahora que dicho partido suspendió su convención nacional del 17 de octubre para no interferir con una manifestación política convocada por esta organización. "Paulina" fue víctima de los comandos pseudolaicos de Pro Vida y sacerdotes que presionaron a la familia para evitar que ejerciera su derecho (consagrado por las leyes en México) de abortar por ser menor de edad y porque el niño era producto de una brutal violación, y a los 13 años (apenas uno más que Fawziya), parió al hijo de su agresor.

El caso de Paulina fue conocido, pero está lejos de ser singular. Es la norma en el tercermundismo católico, y convierte todo discurso religioso sobre normatividad de la sexualidad por órdenes de un dios u otro en un ejercicio de hipocresía que sin duda repugna a toda persona bienpensante. Y nos recuerda que las creencias no son inocentes, y que ciertamente ninguna creencia que consagre situaciones como las mencionadas es respetable en modo alguno.

La lucha por un pensamiento crítico, racional y ordenado no se hace por Darwin ni por Einstein, pues, se hace por el futuro, por Fawziya y por Paulina.